lunes, 18 de junio de 2012

"Poderoso caballero es Don Dinero": Tres textos medievales y una temática emergente. Por Yadia Parada y María Mircovich


Preguntóle si traía dineros; respondió don Quijote que no traía blanca,
porque él nunca había leído en las historias de los caballeros andantes
que ninguno los hubiese traído.

Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes Saavedra

Es común pensar en toda la Edad Media como un bloque en cuyo universo fuertemente estamental, rígido y anquilosado no se contemplaba la importancia del dinero como motor del ascenso social. Este pensamiento se ve reflejado en el emblemático personaje de Cervantes, cuya percepción acerca del mundo medieval está construida sobre esta noción, la cual se sintetiza en el ideal de un héroe épico totalmente desentendido de las necesidades económicas. Siguiendo esta misma línea, se suele que pensar que, si bien todos los estamentos estaban atravesados por el imperativo teocéntrico, la nobleza se desentendía de las cuestiones materiales principalmente por considerarlas preocupaciones propias del pueblo llano, mientras que este último lo hacía por el fuerte arraigo del mandato cristiano que planteaba la no sujeción a los bienes materiales en pos del bienestar espiritual que alcanzarían en la vida eterna.
En contraposición a esto, creemos productivo considerar la Edad Media como un período complejo que implicó, en determinado momento, una transición hacia lo que será la cosmovisión renacentista. A la vez, es lícito suponer que el pensamiento teocéntrico no fue hegemónico durante los diez siglos que abarca el medioevo, sino que, a partir del siglo XI, nuevos intereses comienzan a ocupar el centro de la escena histórico cultural. Estas inquietudes nacientes se ven representadas en la literatura de la época que, en su afán por adaptarse a un público siempre cambiante, se ve obligada a priorizar ciertos temas. Este hecho tiene relación son el surgimiento de una nueva clase cuya razón de ser fue, justamente, el dinero: la burguesía.
El objetivo del presente trabajo es rastrear, precisamente, cómo se representan en tres textos medievales, El Cantar de Mío Cid, El libro del Buen Amor y La Celestina, el interés de este público emergente por nuevos temas. Para ello, realizaremos un análisis textual a partir del cual daremos cuenta de cómo la temática económica pasará a ocupar un lugar que, paulatinamente, se impondrá como un leit motiv, dando paso, a su vez, a una nueva cosmovisión: la antropocéntrica. 
 
El oro como leit motiv en el Cantar de Mío Cid
 
         En este poema podemos observar que el juglar no se centra, como es esperable, en el carácter honorable de la causa o meta del héroe -la lucha en defensa de la fe, el acrecentamiento de la fama, la fidelidad al vínculo de vasallaje-, si no que, lo que destaca luego de cada victoria, son las ganancias del Cid y sus hombres. Como dice Marc Bloch, “la guerra era también, y quizá principalmente, una fuente de provechos”1. Lo material, entonces, aparece como factor indispensable para el sustento del honor, como se evidencia en el siguiente pasaje:

Todas estas ganançias fizo el Campeador.
Grado ha Dios que del mundo es señor,
Antes fu menguado, agora rico so,
Que he haber y tierra y oro y honor
(v. 2492-2495)
         No es casual que, en la enumeración del verso 2495, el honor sea el término final de la oración precedido por palabras que remiten a las riquezas obtenidas, como si éstas fueran el paso previo para alcanzar el reconocimiento social. En este sentido, son reveladores los pregones que manda echar el Cid, en los versos 1189-1190 del Cantar Segundo, alentando a los habitantes de Navarra y Aragón a adherirse a su empresa bélica a cambio de riquezas:

Quien quiera perder cueta e venir a rritad
Viniesse a Mio Çid que á sabor de cavalgar.”

       Así, la motivación de la lucha vira su curso: ya no será la causa religiosa, sino la promesa de salir de la miseria. Dicho de otro modo, el leit motiv de la acción heroica estaría ensombrecido por la retribución material, ya que, si bien el vínculo de vasallaje implicaba una protección económica por parte del señor, aquí el afán de lucro se presenta no sólo de manera exacerbada sino como un fin en sí mismo. Según Claudio Sanchez Albornoz, quien analiza este mismo fragmento, “podría pensarse que [el juglar] coloca el apetito de medro como uno de los motores esenciales de la trama del Cantar.”2
      En el Cantar Tercero, se corrobora la gloria máxima alcanzada por el Cid en la descripción de sus atuendos, estructurada a partir del recurso de la hipérbole y de una saturación resaltada por la pobreza léxica. Es decir que mientras, por un lado, se reiteran los mismos términos varias veces sin hacer uso de la sinonimia, por el otro, éstos aparecen en demasía.
    En los versos 3085 a 3099, observamos la repetición del lexema oro que, si bien podría justificarse por el carácter oral de este tipo de textos, de algún modo estaría reflejando también la atracción del público por este motivo, cuyo carácter fascinante es captado por el juglar.

Nos detiene por nada el que en buen hora naçió:
calças de buen paño en sus camas metió,
Sobrellas unos çapatos que a grant huebra son.
Vistió camisa de rançal tan blanca commo el sol,
con oro e con plata todas las presas son,
al puño bien están, ca él se lo mandó;
Sobrella un brial primo de çiclatón,
Obrado es con oro, pareçen por o son.
Sobre esto una piel vermeja, las bandas d´ oro son,
Siempre la viste mio Çid el Campeador.
Una cofia sobre los pelos d’ un escarín de pro,
Con oro es obrada, fecha por razón
Que nol contalassen los pelos al buen Çid Campeador.”

En este fragmento se puede apreciar, a su vez, la construcción de un campo semántico referido a lo luminoso -blanca, sol, plata, çiclatón- que viene a reforzar la idea del oro como motivo central. Si nos detenemos en lo formal, resulta interesante resaltar la utilización de la rima asonante en “o”, y su consecuente aliteración, como una forma de enfatizar la sobrecarga semántica desde el plano fónico.
En el fragmento analizado, el Cid ostenta sus bienes y adquisiciones en su propia figura. Los objetos de valor ya no sólo son funcionales a la guerra, sino que también sirven a fines ornamentales. Resulta llamativo el uso de la construcción adjetiva “tan blanca como el sol” que aparece reiterada en unos versos anteriores, así como posteriormente, en el verso 3493. Lo curioso es que, a pesar de la pobreza retórica que caracteriza la mayor parte del poema, en este caso el juglar utiliza la misma hipérbole -construida por un adjetivo reforzado por el adverbio “tan” y por la construcción comparativa, cuyo segundo término de la comparación es “sol”- para describir tanto la vestimenta como la armadura. De este modo, el atuendo adquiere una connotación majestuosa que estaría reflejando el medro, lo cual nos lleva a pensar en un posible germen de la concepción renacentista acerca del dinero como promotor del ascenso social.
      El deslumbramiento del jugar por las riquezas del Cid se refleja, también, en la descripción hiperbólica de las armas, que remite nuevamente al campo semántico de lo lumínico asociado al oro:

Sacaron las espadas Colada y Tizón,
Pusieronlas en mano del rey so señor.
Saca las espadas e relumbra toda la cort,
Las maçanas y los arriazes todos d´ oro son.
Maravillanse dellas los homnes buenos de la cort.”
(v. 3175 a 3178)

       En este fragmento, asistimos a un a mirada casi alucinada por parte del sujeto de la enunciación que tiene su correlato en el deslumbramiento de los “homnes buenos de la cort”. Es importante destacar el uso del presente histórico para actualizar esta imagen en la mente del receptor; es decir, no sólo se narra sino que se intenta acercar al público lo más posible al “espectáculo” de las armas. Es significativo, además, el hecho de que la primera descripción que nos llega de la espada Colada se centra exclusivamente en su valor económico: “hi gañó a Colada que más vale de mil marcos”.
Por otro lado, en el episodio del juicio a los Infantes, uno de los temas en los que el juglar redunda es el de los bienes materiales otorgados a éstos por el Cid, dejando en segundo plano el hecho de la vejación a sus hijas:

Otra rencura he de ifantes de Carrion:
Quando sacaron de Valençia mis fijas amas a dos,
En oro y en plata tres mill marcos de plata les di yo;
Yo faziendo esto, ellos acabaron lo suyo.
Denme mis haberes, quando mios yernos no son.
(v. 3202 a 3206)

     A su vez, no hay que olvidar que el motivo explícito que conduce a los de Carrión a pretender a las hijas del Cid es el económico. Para Sanchez Albornoz, el juglar “presenta la codicia de los tesoros del Cid por los infantes de Carrión como fuerza determinante del nudo dramático de su obra” p.27.
     En conclusión, se puede pensar que en el Cantar el juglar pone énfasis en las riquezas materiales, como consecuencia de la especial atención que presta al gusto emergente del público de esa época de transición. De esta manera, vemos que el leit motiv del oro aparece en los tres cantos. En el Cantar I, existe la preocupación por conseguir dinero, a través del engaño a los judíos, para el sostenimiento de la empresa bélica. A su vez, en el momento de la despedida, una de las preocupaciones centrales del Cid, al menos en las que focaliza el juglar, es la cantidad de dinero que deja éste a su familia, como puede verse en los siguientes versos:

mas por que me vo de tierra, dovo çinquaenta marcos,
si yo algún día visquiero, seervos han doblado.
Non quiero far en el monesterio un dinero de daño;
evades aquí pora doña Ximena dovos çient marcos.
(250 a 253)

       En el Cantar II, se presenta la finalidad lucrativa de la empresa bélica, desde el punto de vista de un juglar deslumbrado por la riqueza desmesurada que logra acumular el Cid y que se ve reflejada, en el Cantar tercero, en su vestimenta y armaduras.
       Por último, creemos que el juglar logra capitalizar, a través de los posibles resquicios en la figura del héroe épico, los pasajes en donde, de alguna manera, aparece una figura heroica que excede la supuesta homogeneidad o coherencia propia de los personajes que formaron el paradigma de la epopeya medieval.

¿Menosprecio de corte, alabanza de aldea?

Si bien en el Cantar del Mío Cid observamos la emergencia de un público cuyos intereses giran en torno a la posibilidad de ascenso social mediante el dinero, todavía no podemos hablar, en rigor, de una masa burguesa, entendida como los que habitaban los burgos. Para mediados del siglo XIV asistimos a un contexto social distinto, cuyos valores, que estaban en germen en el Cantar, se ven consolidados en El libro de Buen Amor. Según Sanchez Albornoz, “Con el Buen amor sopla en Castilla por primera vez el espíritu burgués en lo que tenía de ruptura crítica frente a las ideas, las instituciones, las normas, los valores, las formulas consagradas por la tradición”, (Albornoz, 1956, 30).
En este sentido, es reveladora la extensa tirada de cuadernavías dedicadas a la alabanza del poder del dinero, que sirve como excusa al Arcipreste para hacer una aguda crítica a las instituciones de la época. Entre éstas, las más vapuleadas son la Justicia y la Iglesia, es decir, los cimientos de la nueva sociedad. De este modo, el dinero se convertirá en un foco que irá contaminando estos espacios, incluso desde lo discursivo.
En la cuadernavía 490 observamos la asociación del dinero con lo milagroso:

Mucho fas el dinero, et mucho es de amar,
al torpe fase bueno, et omen de prestar,
fase correr al cojo, et al mudo fabrar,
el que non tiene manos, dineros quiere tomar.

En esta estrofa, puede verse cómo el dinero ocupa el lugar de la figura de Jesús, haciendo caminar al inválido, o dando habla al que no la tiene. A su vez, en la cuadernavía 492, se utilizan verbos relacionados semánticamente con lo mercantil rigiendo objetos directos que aluden a abstracciones propias del discurso religioso, además de otros ideologemas cristianos:

Si tovieres dineros, avrás consolaçión,
plaser e alegría, del papa raçión,
comprarás paraíso, ganarás salvaçión,
do son muchos dineros, es mucha bendiçión.3

A su vez, en la cuadernavía 493, el dinero aparece ocupando el lugar del Papa, ya que se menciona a Roma, lugar de la santidad, en donde todos se inclinan ante el vil metal. Esto nos lleva a la inevitable asociación de esta crítica con la efectuada por los Goliardos, quienes, tal como sucede aquí, denunciaban el vaciamiento de significado religioso -en el caso del Arcipreste, en torno a lo institucional- a la vez que la total corrupción eclesiástica, que se concretiza en un doble discurso:

(503)Yo vi a muchos monges en sus predicaçiones
denostar al dinero et a sus tentaçiones,
en cabo, por dinero, otorgan los perdones,
asuelven el ayuno, ansí fasen oraçiones.

En dos versos siguientes, la hipocresía se cifra en la antítesis que postulan los verbos “denuestan” frente a “guardanlo”.
Al mismo tiempo que carácter corruptivo del dinero, se presenta su poder igualador, del mismo modo que lo haría la muerte:

(494) Fasíe muchos priores, obispos, et abades,
arçobispos, doctores, patriarcas, potestades,
a muchos clérigos nesçios dávales dinidades,
fasíe de verdat mentiras, et de mentiras verdades. 
 
En el mismo fragmento, observamos, nuevamente, la concepción mercantilista asociada a un valor puro como la verdad, que aquí se vuelve intercambiable con su opuesto, la mentira. Según Sanchez Albornoz, en el contexto en el que escribe el Arcipreste “empezaron a caducar muchas ideas y muchos valores antes inconmovibles y al parecer eternos” (Albornoz, 31).
Sumado a esto, en el tercer verso, se presenta la idea del ascenso social a través de dinero. Lo mismo aparece, unos versos antes, en relación con el pueblo llano:

(491) Sea un omne nesçio et rudo labrador,
los dineros le fasen fidalgo e sabidor,
quanto más algo tiene, tanto es más de valor,
el que non ha dineros, non es de sí señor.
No sólo la verdad aparece como un valor de cambio, sino también el saber, que puede ser comprado, por lo que el pobre queda en clara posición de desventaja:

     (495) Fasía muchos clérigos e muchos ordenados,
                       muchos monges e monjas, religiosos sagrados,
                            el dinero los dava por bien examinados,
                          a los pobres desían, que non eran letrados.

Como mencionamos anteriormente, otra de las instituciones criticadas es la Justicia. El dinero se convierte en sujeto ajusticiador cuyo poder emula al de Dios en cuanto a dar vida o matar:
(498) Yo vi fer maravilla do él mucho usava,
muchos meresçían muerte que la vida les dava,
otros eran sin culpa, et luego los matava,
muchas almas perdía, et muchas salvava..

No sólo tiene poder divino sino que también usurpa el poder terrenal. Su estatuto ontológico es llevado al extremo al ubicárselo como sujeto de oraciones copulativas:
El dinero es alcalde et jues mucho loado,
éste es consejero et sotil abogado,
alguaçil et merino bien ardit esforzado:
de todos los ofiçios es muy apoderado.

       En la mayoría de los versos es constante la personificación del dinero cuya carácter animado se aprecia en la semántica de los verbos utilizados que connotan dinamismo como se aprecia en la cuadernavía 497:

El dinero quebranta las cadenas dañosas,
tira çepos e grillos, et cadenas plagosas,
el que non tiene dineros, échanle las posas:
por todo el mundo fase cosas maravillosas.

Es recurrente también el uso de verbos con fuerza semántica, cuya aliteración de grupo consonánticos fuertes (–br; -rr) connotan lo destructivo: “quebranta peñas”, “Derrueca fuerte muro”, “derriba grant torre”.
El lugar antes ocupado por el señor feudal es usurpado por el dinero: “quantos son en el mundo, le besan hoy las manos”. En este verso se plasman los cambios estructurales que se han producido en la sociedad medieval, a causa del advenimiento de la ciudad como centro de la vida. Como dice Jacques Le Goff:

En la ciudad el dinero es el rey. La mentalidad dominante es la mentalidad mercantil, la del beneficio. Si en el ambiente señorial los pecados por excelencia son el orgullo y la soberbia, vicios feudales, aquí lo son la avaricia y la codicia, vicios burgueses.4

En conclusión, podemos ver cómo este texto da cuenta de una etapa de transición en la que nuevos sujetos sociales reclaman nuevos temas que tienen que ver con la vida en los burgos. Como lo refleja la cita anterior, el dinero se ha convertido en el eje fundamental sobre el cual giran nuevas preocupaciones y, por lo tanto, su presencia se hace insoslayable en la ficción literaria. 
 
Por dinero se muda el mundo e su manera

Así como en el libro de buen amor asistimos a una crítica mordaz de instituciones sacralizadas que se corrompen por el dinero, el Arcipreste no deja de mostrar que también un bien espiritual como el amor se vuelve un bien material, es decir, pasible de ser comprado. Este será el fundamental sobre el cual gira el argumento de La Celestina: el amor como negocio. Ubicada en los albores del Renacimiento, esta obra plantea exhaustivamente la idea del Amor como una fuente de ganancias: “O mis enamorados, mis perlas de oro” (233).
Para comenzar creemos necesario aludir al significado etimológico del término negocio, novedoso para la época, que comienza a ser utilizado en la literatura, y del que, Fernando de Rojas, hace un uso casi abusivo. Así, este latinismo formado por la partícula Nec –adverbio de negación: No- y Ocium –ocio, descanso, paz-5 designa la labor que comienza a sistematizarse como fuente de dinero, es decir, lo opuesto al tiempo libre propio de la nobleza feudal. Esto da cuenta del cambio de mentalidad y, por lo tanto, del nuevo modo de organización de la vida social del contexto de producción de esta obra.
De esta manera, en oposición a la concepción aristocrática de las riquezas como un bien hereditario, en cuya acumulación radicaba su beneficio, aparece filtrada en la voz del personaje de Celestina el mandato de la circulación del dinero. Esto aparece estrechamente relacionado con la emergencia de las ciudades como centros del intercambio material: “¿Qué aprovecha lo que se niega aprovechar? Sin duda te digo que es mejor el uso de las riquezas que la posesión de ellas.” (146). Aquí se evidencia claramente una intención adoctrinadora, que estaría incentivando al nuevo público burgués a usar el dinero. Esta idea moderna del fluir del capital se refleja, desde lo discursivo, en el uso de ciertos verbos, asociados al dinero, que semánticamente aluden al movimiento:

¡Bulla moneda y dure el pleito lo que durare! Todo lo puede el dinero; las peñas quebranta, los ríos pasa en seco; no hay lugar tan alto que un asno cargado de oro no le suba.”(157)
Sumado a esto, si consideramos al refrán como proposiciones sentenciosas y breves, que acuñan observaciones recogidas por la experiencia colectiva a lo largo del tiempo, resulta interesante ver cómo en esta obra aparece el uso del refranero concerniente al dinero, es decir, podría suponerse que esta idea de la necesidad de la circulación, ganancia y lucro ya se evidenciaba en el saber popular, o al menos, desde la ficción así se plantea: “A dineros pagados, brazos quebrados” (152); “que nunca metes aguja sin sacar reja” (164); “A nuevo negocio, nuevo consejo se requiere” (186); “Vive conmigo y busca quien te mantenga”(279).
Por otro lado, el motor que mueve el accionar de los criados en esta obra no es otro que el económico, en contraposición al motivo amoroso que guía a Calisto y Melibea: “Esto tengo yo” -dice Celestina- “por oficio y trabajo; vosotros por recreación y deleite”(281). A su vez, explicita Sempronio: “Deseo provecho; querría que este negocio hobiese buen fin, no porque saliese mi amo de pena, mas por salir yo de lacería” (159). La idea del ascenso social a través del dinero lleva a una codicia tal que estos personajes terminan matándose por él, hecho que se anticipa ya en las siguientes palabras de Celestina: “¿Con qué pagarás a la vieja, que hoy a puesto su vida al tablero por tu servicio?”. El afán de lucro supera el valor de la propia vida. No sólo en el castigo a estos personajes codiciosos se muestra la intención moralizante del autor sino también en los momentos en los que Celestina aparenta de manera hipócrita un desinterés por lo económico:

A lo ricos se les va [la bienaventuranza], la gloria y el descanso por otros albañares de acechanzas, que no se parecen, ladrillos por encima con lisonjas. (…) más son los poseídos de las riquezas que no los que las poseen. A muchos trajo la muerte, a todos quita el pacer y a las buenas costumbres ninguna cosa es más contraria.” (169)
En el mundo de La Celestina se sostiene la idea de que las personas se miden con la vara del dinero. Esto puede entenderse como consecuencia de que una nueva escala de valores se ha puesto por encima de la triada axiológica medieval: linaje, honra y fama:

Que los bienes que tienes de dentro con los de fuera resplandecen. Porque sin los bienes de fuera, de los cuales la fortuna es señora, a ninguno acaece en esta vida ser bienaventurado.”(119)

¿Y para qué es la fortuna favorable y próspera sino para servir a la honra, que es el mayor de los mundanos bienes?”(145)

1 Marc Bloch, “La vida noble” en: La Sociedad Feudal. Las clases y el gobierno de los hombres. México: UTEHA, 1958; 16.
2 Sanchez Albornoz, Claudio: “Literatura y sociedad en la Castilla medieval (Cantar del Cid, Berceo, Libro del Buen Amor)”, p. 27.
3 La bastardilla es nuestra.
4 Jaques Le Goff, “Introducción”. El hombre medieval. Alianza Editorial, 28.
5 http://es.scribd.com/doc/8545611/Diccionario-Vox-Latin