Preguntóle
si traía dineros; respondió don Quijote que no traía blanca,
porque
él nunca había leído en las historias de los caballeros andantes
que
ninguno los hubiese traído.
Don
Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes Saavedra
Es común pensar en toda la Edad Media
como un bloque en cuyo universo fuertemente estamental, rígido y
anquilosado no se contemplaba la importancia del dinero como motor
del ascenso social. Este pensamiento se ve reflejado en el
emblemático personaje de Cervantes, cuya percepción acerca del
mundo medieval está construida sobre esta noción, la cual se
sintetiza en el ideal de un héroe épico totalmente desentendido de
las necesidades económicas. Siguiendo esta misma línea, se suele
que pensar que, si bien todos los estamentos estaban atravesados por
el imperativo teocéntrico, la nobleza se desentendía de las
cuestiones materiales principalmente por considerarlas preocupaciones
propias del pueblo llano, mientras que este último lo hacía por el
fuerte arraigo del mandato cristiano que planteaba la no sujeción a
los bienes materiales en pos del bienestar espiritual que alcanzarían
en la vida eterna.
En contraposición a esto, creemos
productivo considerar la Edad Media como un período complejo que
implicó, en determinado momento, una transición hacia lo que será
la cosmovisión renacentista. A la vez, es lícito suponer que el
pensamiento teocéntrico no fue hegemónico durante los diez siglos
que abarca el medioevo, sino que, a partir del siglo XI, nuevos
intereses comienzan a ocupar el centro de la escena histórico
cultural. Estas inquietudes nacientes se ven representadas en la
literatura de la época que, en su afán por adaptarse a un público
siempre cambiante, se ve obligada a priorizar ciertos temas. Este
hecho tiene relación son el surgimiento de una nueva clase cuya
razón de ser fue, justamente, el dinero: la burguesía.
El objetivo del presente trabajo es rastrear, precisamente, cómo se representan en tres textos medievales, El Cantar de Mío Cid, El libro del Buen Amor y La Celestina, el interés de este público emergente por nuevos temas. Para ello, realizaremos un análisis textual a partir del cual daremos cuenta de cómo la temática económica pasará a ocupar un lugar que, paulatinamente, se impondrá como un leit motiv, dando paso, a su vez, a una nueva cosmovisión: la antropocéntrica.
El objetivo del presente trabajo es rastrear, precisamente, cómo se representan en tres textos medievales, El Cantar de Mío Cid, El libro del Buen Amor y La Celestina, el interés de este público emergente por nuevos temas. Para ello, realizaremos un análisis textual a partir del cual daremos cuenta de cómo la temática económica pasará a ocupar un lugar que, paulatinamente, se impondrá como un leit motiv, dando paso, a su vez, a una nueva cosmovisión: la antropocéntrica.
El oro como leit
motiv en el Cantar de Mío Cid
En este poema podemos observar que el
juglar no se centra, como es esperable, en el carácter honorable de
la causa o meta del héroe -la lucha en defensa de la fe, el
acrecentamiento de la fama, la fidelidad al vínculo de vasallaje-,
si no que, lo que
destaca luego de cada victoria, son las ganancias del Cid y sus
hombres. Como dice Marc Bloch, “la guerra era también, y quizá
principalmente, una fuente de provechos”1.
Lo material, entonces, aparece como factor indispensable para el
sustento del honor, como se evidencia en el siguiente pasaje:
Todas
estas ganançias fizo el Campeador.
Grado
ha Dios que del mundo es señor,
Antes
fu menguado, agora rico so,
Que
he haber y tierra y oro y honor
(v.
2492-2495)
No es casual que, en la enumeración
del verso 2495, el honor sea el término final de la oración
precedido por palabras que remiten a las riquezas obtenidas, como si
éstas fueran el paso previo para alcanzar el reconocimiento social.
En este sentido, son reveladores los pregones que manda echar el Cid,
en los versos 1189-1190 del Cantar Segundo, alentando a los
habitantes de Navarra y Aragón a adherirse a su empresa bélica a
cambio de riquezas:
“Quien
quiera perder cueta e venir a rritad
Viniesse
a Mio Çid que á sabor de cavalgar.”
Así, la
motivación de la lucha vira su curso: ya no será la causa
religiosa, sino la promesa de salir de la miseria. Dicho de otro
modo, el leit
motiv
de la acción heroica estaría ensombrecido por la retribución
material, ya que, si bien el vínculo de vasallaje implicaba una
protección económica por parte del señor, aquí el afán de lucro
se presenta no sólo de manera exacerbada sino como un fin en sí
mismo. Según Claudio Sanchez Albornoz, quien analiza este mismo
fragmento, “podría pensarse que [el juglar] coloca el apetito de
medro como uno de los motores esenciales de la trama del Cantar.”2
En
el Cantar Tercero, se corrobora la gloria máxima alcanzada por el
Cid en la descripción de sus atuendos, estructurada a partir del
recurso de la hipérbole y de una saturación resaltada por la
pobreza léxica. Es decir que mientras, por un lado, se reiteran los
mismos términos varias veces sin hacer uso de la sinonimia, por el
otro, éstos aparecen en demasía.
En los versos 3085 a 3099,
observamos la repetición del lexema oro que, si bien podría
justificarse por el carácter oral de este tipo de textos, de algún
modo estaría reflejando también la atracción del público por este
motivo, cuyo carácter fascinante es captado por el juglar.
“Nos
detiene por nada el que en buen hora naçió:
calças
de buen paño en sus camas metió,
Sobrellas
unos çapatos que a grant huebra son.
Vistió
camisa de rançal tan blanca commo el sol,
con
oro e con plata todas las presas son,
al
puño bien están, ca él se lo mandó;
Sobrella
un brial primo de çiclatón,
Obrado
es con oro, pareçen por o son.
Sobre
esto una piel vermeja, las bandas d´ oro son,
Siempre
la viste mio Çid el Campeador.
Una
cofia sobre los pelos d’ un escarín de pro,
Con
oro es obrada, fecha por razón
Que
nol contalassen los pelos al buen Çid Campeador.”
En este fragmento se puede apreciar, a
su vez, la construcción de un campo semántico referido a lo
luminoso -blanca, sol, plata, çiclatón- que viene a reforzar la
idea del oro como motivo central. Si nos detenemos en lo formal,
resulta interesante resaltar la utilización de la rima asonante en
“o”, y su consecuente aliteración, como una forma de enfatizar
la sobrecarga semántica desde el plano fónico.
En el fragmento analizado, el Cid ostenta sus bienes y adquisiciones en su propia figura. Los objetos de valor ya no sólo son funcionales a la guerra, sino que también sirven a fines ornamentales. Resulta llamativo el uso de la construcción adjetiva “tan blanca como el sol” que aparece reiterada en unos versos anteriores, así como posteriormente, en el verso 3493. Lo curioso es que, a pesar de la pobreza retórica que caracteriza la mayor parte del poema, en este caso el juglar utiliza la misma hipérbole -construida por un adjetivo reforzado por el adverbio “tan” y por la construcción comparativa, cuyo segundo término de la comparación es “sol”- para describir tanto la vestimenta como la armadura. De este modo, el atuendo adquiere una connotación majestuosa que estaría reflejando el medro, lo cual nos lleva a pensar en un posible germen de la concepción renacentista acerca del dinero como promotor del ascenso social.
En el fragmento analizado, el Cid ostenta sus bienes y adquisiciones en su propia figura. Los objetos de valor ya no sólo son funcionales a la guerra, sino que también sirven a fines ornamentales. Resulta llamativo el uso de la construcción adjetiva “tan blanca como el sol” que aparece reiterada en unos versos anteriores, así como posteriormente, en el verso 3493. Lo curioso es que, a pesar de la pobreza retórica que caracteriza la mayor parte del poema, en este caso el juglar utiliza la misma hipérbole -construida por un adjetivo reforzado por el adverbio “tan” y por la construcción comparativa, cuyo segundo término de la comparación es “sol”- para describir tanto la vestimenta como la armadura. De este modo, el atuendo adquiere una connotación majestuosa que estaría reflejando el medro, lo cual nos lleva a pensar en un posible germen de la concepción renacentista acerca del dinero como promotor del ascenso social.
El deslumbramiento del jugar por las
riquezas del Cid se refleja, también, en la descripción hiperbólica
de las armas, que remite nuevamente al campo semántico de lo
lumínico asociado al oro:
“Sacaron
las espadas Colada y Tizón,
Pusieronlas
en mano del rey so señor.
Saca
las espadas e relumbra toda la cort,
Las
maçanas y los arriazes todos d´ oro son.
Maravillanse
dellas los homnes buenos de la cort.”
(v. 3175 a 3178)
En este fragmento, asistimos a un a
mirada casi alucinada por parte del sujeto de la enunciación que
tiene su correlato en el deslumbramiento de los “homnes buenos de
la cort”. Es importante destacar el uso del presente histórico
para actualizar esta imagen en la mente del receptor; es decir, no
sólo se narra sino que se intenta acercar al público lo más
posible al “espectáculo” de las armas. Es significativo, además,
el hecho de que la primera descripción que nos llega de la espada
Colada se centra exclusivamente en su valor económico: “hi gañó
a Colada que más vale de mil marcos”.
Por otro lado, en el episodio del
juicio a los Infantes, uno de los temas en los que el juglar redunda
es el de los bienes materiales otorgados a éstos por el Cid, dejando
en segundo plano el hecho de la vejación a sus hijas:
Otra
rencura he de ifantes de Carrion:
Quando
sacaron de Valençia mis fijas amas a dos,
En
oro y en plata tres mill marcos de plata les di yo;
Yo
faziendo esto, ellos acabaron lo suyo.
Denme
mis haberes, quando mios yernos no son.
(v.
3202 a 3206)
A su vez, no hay que olvidar que el
motivo explícito que conduce a los de Carrión a pretender a las
hijas del Cid es el económico. Para Sanchez Albornoz, el juglar
“presenta la codicia de los tesoros del Cid por los infantes de
Carrión como fuerza determinante del nudo dramático de su obra”
p.27.
En
conclusión, se puede pensar que en el Cantar el juglar pone
énfasis en las riquezas materiales, como consecuencia de la especial
atención que presta al gusto emergente del público de esa época de
transición. De esta manera, vemos que el leit motiv del oro
aparece en los tres cantos. En el Cantar I, existe la preocupación
por conseguir dinero, a través del engaño a los judíos, para el
sostenimiento de la empresa bélica. A su vez, en el momento de la
despedida, una de las preocupaciones centrales del Cid, al menos en
las que focaliza el juglar, es la cantidad de dinero que deja éste a
su familia, como puede verse en los siguientes versos:
mas
por que me vo de tierra, dovo çinquaenta marcos,
si
yo algún día visquiero, seervos han doblado.
Non
quiero far en el monesterio un dinero de daño;
evades
aquí pora doña Ximena dovos çient marcos.
(250
a 253)
En el Cantar II, se presenta la
finalidad lucrativa de la empresa bélica, desde el punto de vista de
un juglar deslumbrado por la riqueza desmesurada que logra acumular
el Cid y que se ve reflejada, en el Cantar tercero, en su vestimenta
y armaduras.
Por último, creemos que el juglar logra capitalizar, a través de los posibles resquicios en la figura del héroe épico, los pasajes en donde, de alguna manera, aparece una figura heroica que excede la supuesta homogeneidad o coherencia propia de los personajes que formaron el paradigma de la epopeya medieval.
Por último, creemos que el juglar logra capitalizar, a través de los posibles resquicios en la figura del héroe épico, los pasajes en donde, de alguna manera, aparece una figura heroica que excede la supuesta homogeneidad o coherencia propia de los personajes que formaron el paradigma de la epopeya medieval.
¿Menosprecio de corte, alabanza
de aldea?
Si bien en el Cantar del Mío Cid
observamos la emergencia de un público cuyos intereses giran en
torno a la posibilidad de ascenso social mediante el dinero, todavía
no podemos hablar, en rigor, de una masa burguesa, entendida como los
que habitaban los burgos. Para mediados del siglo XIV asistimos a un
contexto social distinto, cuyos valores, que estaban en germen en el
Cantar, se ven consolidados en El libro de Buen Amor. Según
Sanchez Albornoz, “Con el Buen amor sopla en Castilla por
primera vez el espíritu burgués en lo que tenía de ruptura crítica
frente a las ideas, las instituciones, las normas, los valores, las
formulas consagradas por la tradición”, (Albornoz, 1956, 30).
En este sentido, es reveladora la
extensa tirada de cuadernavías dedicadas a la alabanza del poder del
dinero, que sirve como excusa al Arcipreste para hacer una aguda
crítica a las instituciones de la época. Entre éstas, las más
vapuleadas son la Justicia y la Iglesia, es decir, los cimientos de
la nueva sociedad. De este modo, el dinero se convertirá en un foco
que irá contaminando estos espacios, incluso desde lo discursivo.
En la cuadernavía 490 observamos la
asociación del dinero con lo milagroso:
Mucho
fas el dinero, et mucho es de amar,
al
torpe fase bueno, et omen de prestar,
fase
correr al cojo, et al mudo fabrar,
el
que non tiene manos, dineros quiere tomar.
En esta estrofa, puede verse cómo el
dinero ocupa el lugar de la figura de Jesús, haciendo caminar al
inválido, o dando habla al que no la tiene. A su vez, en la
cuadernavía 492, se utilizan verbos relacionados semánticamente con
lo mercantil rigiendo objetos directos que aluden a abstracciones
propias del discurso religioso, además de otros ideologemas
cristianos:
Si
tovieres dineros, avrás consolaçión,
plaser
e alegría, del papa raçión,
comprarás
paraíso, ganarás salvaçión,
A su vez, en la cuadernavía 493, el
dinero aparece ocupando el lugar del Papa, ya que se menciona a Roma,
lugar de la santidad, en donde todos se inclinan ante el vil metal.
Esto nos lleva a la inevitable asociación de esta crítica con la
efectuada por los Goliardos, quienes, tal como sucede aquí,
denunciaban el vaciamiento de significado religioso -en el caso del
Arcipreste, en torno a lo institucional- a la vez que la total
corrupción eclesiástica, que se concretiza en un doble discurso:
(503)Yo vi a muchos monges en sus
predicaçiones
denostar al dinero et a sus tentaçiones,
denostar al dinero et a sus tentaçiones,
en cabo, por dinero, otorgan los
perdones,
asuelven el ayuno, ansí fasen
oraçiones.
En dos versos siguientes, la
hipocresía se cifra en la antítesis que postulan los verbos
“denuestan” frente a “guardanlo”.
Al mismo tiempo que carácter
corruptivo del dinero, se presenta su poder igualador, del mismo modo
que lo haría la muerte:
(494) Fasíe
muchos priores, obispos, et abades,
arçobispos,
doctores, patriarcas, potestades,
a
muchos clérigos nesçios dávales dinidades,
fasíe
de verdat mentiras, et de mentiras verdades.
En el mismo fragmento, observamos,
nuevamente, la concepción mercantilista asociada a un valor puro
como la verdad, que aquí se vuelve intercambiable con su opuesto, la
mentira. Según Sanchez Albornoz, en el contexto en el que escribe el
Arcipreste “empezaron a caducar muchas ideas y muchos valores antes
inconmovibles y al parecer eternos” (Albornoz, 31).
Sumado a esto, en el tercer verso, se
presenta la idea del ascenso social a través de dinero. Lo mismo
aparece, unos versos antes, en relación con el pueblo llano:
(491) Sea un omne nesçio et rudo labrador,
los
dineros le fasen fidalgo e sabidor,
quanto
más algo tiene, tanto es más de valor,
el
que non ha dineros, non es de sí señor.
No sólo la verdad aparece como un
valor de cambio, sino también el saber, que puede ser comprado, por
lo que el pobre queda en clara posición de desventaja:
(495) Fasía
muchos clérigos e muchos ordenados,
muchos
monges e monjas, religiosos sagrados,
el
dinero los dava por bien examinados,
a
los pobres desían, que non eran letrados.
Como mencionamos anteriormente, otra
de las instituciones criticadas es la Justicia. El dinero se
convierte en sujeto ajusticiador cuyo poder emula al de Dios en
cuanto a dar vida o matar:
(498) Yo
vi fer maravilla do él mucho usava,
muchos meresçían muerte que la
vida les dava,
otros eran sin culpa, et luego
los matava,
muchas almas perdía, et muchas
salvava..
No
sólo tiene poder divino sino que también usurpa el poder terrenal.
Su estatuto ontológico es llevado al extremo al ubicárselo como
sujeto de oraciones copulativas:
El dinero es alcalde et jues
mucho loado,
éste es consejero et sotil
abogado,
alguaçil et merino bien ardit
esforzado:
de todos los ofiçios es muy
apoderado.
En la mayoría de los versos es
constante la personificación del dinero cuya carácter animado se
aprecia en la semántica de los verbos utilizados que connotan
dinamismo como se aprecia en la cuadernavía 497:
El
dinero quebranta las cadenas dañosas,
tira
çepos e grillos, et cadenas plagosas,
el
que non tiene dineros, échanle las posas:
por
todo el mundo fase cosas maravillosas.
Es recurrente también el uso de
verbos con fuerza semántica, cuya aliteración de grupo
consonánticos fuertes (–br; -rr) connotan lo destructivo:
“quebranta peñas”, “Derrueca fuerte muro”, “derriba grant
torre”.
El lugar antes ocupado por el señor
feudal es usurpado por el dinero: “quantos son en el mundo, le
besan hoy las manos”. En este verso se plasman los cambios
estructurales que se han producido en la sociedad medieval, a causa
del advenimiento de la ciudad como centro de la vida. Como dice
Jacques Le Goff:
En
la ciudad el dinero es el rey. La mentalidad dominante es la
mentalidad mercantil, la del beneficio. Si en el ambiente señorial
los pecados por excelencia son el orgullo y la soberbia, vicios
feudales, aquí lo son la avaricia y la codicia, vicios burgueses.4
En conclusión, podemos ver cómo este
texto da cuenta de una etapa de transición en la que nuevos sujetos
sociales reclaman nuevos temas que tienen que ver con la vida en los
burgos. Como lo refleja la cita anterior, el dinero se ha convertido
en el eje fundamental sobre el cual giran nuevas preocupaciones y,
por lo tanto, su presencia se hace insoslayable en la ficción
literaria.
Por dinero se muda el mundo e
su manera
Así como en el libro de buen amor
asistimos a una crítica mordaz de instituciones sacralizadas que se
corrompen por el dinero, el Arcipreste no deja de mostrar que también
un bien espiritual como el amor se vuelve un bien material, es decir,
pasible de ser comprado. Este será el fundamental sobre el cual gira
el argumento de La Celestina: el amor como negocio.
Ubicada en los albores del Renacimiento, esta obra plantea
exhaustivamente la idea del Amor como una fuente de ganancias: “O
mis enamorados, mis perlas de oro” (233).
Para comenzar creemos necesario aludir
al significado etimológico del término negocio, novedoso
para la época, que comienza a ser utilizado en la literatura, y del
que, Fernando de Rojas, hace un uso casi abusivo. Así, este
latinismo formado por la partícula Nec –adverbio de negación: No-
y Ocium –ocio, descanso, paz-5
designa la labor que comienza a sistematizarse como fuente de dinero,
es decir, lo opuesto al tiempo libre propio de la nobleza feudal.
Esto da cuenta del cambio de mentalidad y, por lo tanto, del nuevo
modo de organización de la vida social del contexto de producción
de esta obra.
De esta manera, en oposición a la
concepción aristocrática de las riquezas como un bien hereditario,
en cuya acumulación radicaba su beneficio, aparece filtrada en la
voz del personaje de Celestina el mandato de la circulación del
dinero. Esto aparece estrechamente relacionado con la emergencia de
las ciudades como centros del intercambio material: “¿Qué
aprovecha lo que se niega aprovechar? Sin duda te digo que es mejor
el uso de las riquezas que la posesión de ellas.” (146). Aquí se
evidencia claramente una intención adoctrinadora, que estaría
incentivando al nuevo público burgués a usar el dinero. Esta idea
moderna del fluir del capital se refleja, desde lo discursivo, en el
uso de ciertos verbos, asociados al dinero, que semánticamente
aluden al movimiento:
“¡Bulla moneda y dure el
pleito lo que durare! Todo lo puede el dinero; las peñas quebranta,
los ríos pasa en seco; no hay lugar tan alto que un asno
cargado de oro no le suba.”(157)
Sumado a esto, si consideramos al
refrán como proposiciones sentenciosas y breves, que acuñan
observaciones recogidas por la experiencia colectiva a lo largo del
tiempo, resulta interesante ver cómo en esta obra aparece el uso del
refranero concerniente al dinero, es decir, podría suponerse que
esta idea de la necesidad de la circulación, ganancia y lucro ya se
evidenciaba en el saber popular, o al menos, desde la ficción así
se plantea: “A dineros pagados, brazos quebrados” (152); “que
nunca metes aguja sin sacar reja” (164); “A nuevo negocio, nuevo
consejo se requiere” (186); “Vive conmigo y busca quien te
mantenga”(279).
Por otro lado, el motor que mueve el
accionar de los criados en esta obra no es otro que el económico, en
contraposición al motivo amoroso que guía a Calisto y Melibea:
“Esto tengo yo” -dice Celestina- “por oficio y trabajo;
vosotros por recreación y deleite”(281). A su vez, explicita
Sempronio: “Deseo provecho; querría que este negocio hobiese buen
fin, no porque saliese mi amo de pena, mas por salir yo de lacería”
(159). La idea del ascenso social a través del dinero lleva a una
codicia tal que estos personajes terminan matándose por él, hecho
que se anticipa ya en las siguientes palabras de Celestina: “¿Con
qué pagarás a la vieja, que hoy a puesto su vida al tablero por tu
servicio?”. El afán de lucro supera el valor de la propia vida. No
sólo en el castigo a estos personajes codiciosos se muestra la
intención moralizante del autor sino también en los momentos en los
que Celestina aparenta de manera hipócrita un desinterés por lo
económico:
“A lo ricos se les va [la
bienaventuranza], la gloria y el descanso por otros albañares de
acechanzas, que no se parecen, ladrillos por encima con lisonjas. (…)
más son los poseídos de las riquezas que no los que las poseen. A
muchos trajo la muerte, a todos quita el pacer y a las buenas
costumbres ninguna cosa es más contraria.” (169)
En el mundo de La Celestina se
sostiene la idea de que las personas se miden con la vara del dinero.
Esto puede entenderse como consecuencia de que una nueva escala de
valores se ha puesto por encima de la triada axiológica medieval:
linaje, honra y fama:
“Que los bienes que tienes de dentro
con los de fuera resplandecen. Porque sin los bienes de fuera, de los
cuales la fortuna es señora, a ninguno acaece en esta vida ser
bienaventurado.”(119)
“¿Y para qué es la fortuna
favorable y próspera sino para servir a la honra, que es el mayor de
los mundanos bienes?”(145)
1
Marc Bloch, “La vida noble” en: La Sociedad Feudal. Las clases y
el gobierno de los hombres. México: UTEHA, 1958; 16.
2
Sanchez Albornoz, Claudio: “Literatura y sociedad en la Castilla
medieval (Cantar del Cid, Berceo, Libro del Buen Amor)”, p. 27.
3
La
bastardilla es nuestra.
5
http://es.scribd.com/doc/8545611/Diccionario-Vox-Latin