domingo, 17 de junio de 2012

Tsunami. Por Gastón Orphant (versión)

Habían pasado 10 años desde la última guerra, 10 años de paz en la costa, hasta que ocurrió la tragedia. Un mensajero había traído noticias desde una tribu aliada: el enemigo se acercaba.

A pesar de que habíamos triunfado, estábamos aún más debilitados que nuestros enemigos, nuestras fronteras estaban marcadas por la sangre de los caídos, la sangre derramada de miles de inocentes, tanto nuestros como de ellos. Cuando se reabastecieron, no dudaron en volver a atacar.

Todo marchó mal desde el primer día de guerra. Las calles, las casas, los arboles... todo volvía a estar manchado con sangre, pero esta vez solo era nuestra sangre. Hasta que una noche un grupo de chamanes se reunió para honrar a los dioses:

-"Oh, poderosos dioses, que esta sangre no haya sido derramada en vano. Úsenla en su favor, tómenla como un tributo. Limpien estas costas que generación en generación defendimos, apaguen la llama que creo el enemigo sobre nosotros."

Luego de estas palabras, una pared de agua se levantó y golpeó con toda su furia al indefenso pueblo. Los enemigos, que se encontraban en las calles, fueron tragados por el mar. La sangre fue limpiada y el fuego fue apagado.

A partir de ese día, los dioses recuerdan este hecho al hombre, liberando paredes en algunas costas. Nos gusta denominar a estas paredes como Tsunamis.