Dicen
que en las afueras de París, a pocos metros de Versalles, hace cientos de años,
vivían dos pequeñas familias de altos títulos nobiliarios, con fortunas
incalculables: una llamada Wilfe y la otra Widenton. Por una razón que se
desconoce estaban enemistadas, pero los únicos hijos de ambas familias estaban
completamente enamorados.
Leónidas
Wilfe y Máxima Rose Victoria Widenton, sin que sus familias lo supieran tenían
un romance de unos dos años. Ambos tenían quince años cuando se conocieron en la Boda Real de María
Antonietta de Austria y Luis XVI, a la cual ambos asistieron: Leónidas como representante
de la dinastía Wilfe y Rose como integrante del linaje Widenton y además como
Duquesa de Kent, ya que en ese momento se encontraba casada desde hacía unas
semanas, con el Duque de Kent. Este no había podido concurrir por su grave estado de
salud, a causa de la peste negra, causa que lo llevó a la muerte dos semanas
después. El flechazo entre Rose y Leónidas fue en el acto, ella lo conquisto
con sus rizos dorados como el sol y sus dos ojos que parecían dos zafiros, tan
azules y tan serenos, como el mismo Océano Pacifico. Pero Leónidas perdió las
esperanzas al enterarse que estaba casada, aunque la volvió a recuperar cuando se
entero de la muerte del Duque.
Meses
después se volvieron a encontrar en una fiesta de disfraces en el Palacio de
Versalles, en la que ambos bailaron toda la noche con una máscara puesta. Días
más tarde, Leónidas viajó a Londres y le escribió una carta a Rose, quien
también estaba en la capital inglesa, arreglando los negocios que el Duque de
Kent le había dejado en la ciudad. En dicha carta expresaba lo dichoso que el
sería si ella aceptaba su invitación a concurrir a una cena, ella accedió
cordialmente. A las pocas semanas con Rose en la ciudad inglesa y Leónidas en
París, se empezaron a enviar cartas con más frecuencia. Hasta que por fin el 22
de Mayo, Leónidas le declaró su amor en un campo no muy alejado de Versalles
donde se encuentra una montaña y donde el suelo no es productivo por la falta de
agua en el lugar. Rose de inmediato dijo que ella tenía el mismo sentimiento.
Pero
la dicha les duró poco, porque ni bien llegaron al palacio para confesarle su
pronto romance, la prima de Leónidas, Caroline, les contó la historia de odio
que poseían las dos familias. A pesar de esto, la joven pareja decidió seguir con sus
planes.
El
tiempo pasó y no fue fácil tratar de ocultar el romance. Cinco años
después, las familias de ambos jóvenes se enteraron, por lo que esta pareja
de enamorados decidió escaparse al Imperio Ruso, en cual Rose tenía un
pequeño castillo que lo había heredado de su anterior marido, que en el país
ya dicho era Conde de Orov ya que pertenecía por sangre a la dinastía Romanov.
Pero este intento de fuga fue nulo, ya que antes de salir de Versalles, el
carruaje cayó de una montaña, la misma en la que Leónidas le había confesado
todo su amor, este último murió en el acto y una de sus últimas palabras fueron
“Nunca me olvides mi amor, Te amo”, y
mientras agonizaba mencionaba el nombre de su amada, “Rose, Rose, Rose”. Rose de la tristeza lloró tres días y tres
noches, a la tercer noche dicen que Rose murió, pero en el lugar donde la joven
duquesa había muerto aparecieron las rosas más bellas que he visto en mi vida,
y en el lugar donde Leónidas murió, surgió de la tierra los robles más fuertes
y duros que he podido conocer. El camino en el que la carreta derrapó, hoy es
la cascada más alta y por ella pasan kilómetros y kilómetros de agua, siendo hoy la más importante de toda Francia. Dicen que esa tierra ya
nunca más sufrió la falta de agua ni la falta de producción en ese sitio.
Dicen
que el Valle de la Victoria representa eso, el triunfo del amor sobre el odio,
a pesar de que estos enamorados no pudieron cumplir su sueño de casarse y de
tener hijos, cada vez que uno pasa por el valle recuerda a Rose y a
Leónidas, y se recuerda cómo nuestros antepasados le regalaban una rosa cortada
del valle a su amada en señal de amor eterno.