lunes, 6 de junio de 2011

Caída Libre

Alguna vez leí que no tiene sentido levantarse después de una caída, porque la siguiente siempre es más fuerte. Quien lo haya escrito tiene razón, de algún modo. Cuando uno trata de llegar cada vez más alto y tropieza, la caída es a mayor velocidad (gracias a la bendita gravedad) y por lo tanto más dura. Pero vale la pena volver a levantarse, porque a pesar de que el golpe sea duro, la caída es también más larga, y se pueden aprender muchas cosas con ella. Los pesimistas, con toda razón, podrían decir: ‘’Sin embargo en algun momento llegás al fondo’’. Pero ellos se pierden el motivo por el cual vale la pena el viaje.

Últimamente, si puedo, estoy yendo a misa los sabados, porque tengo la oportunidad de ver a Margarita María y a Camila. ¿Quiénes son ellas? Simplemente las bebas más hermosas que existen. Aunque no todos los sábados esten de buen humor y a veces se pongan a llorar cuando les hago ‘’upa’’, verlas me saca las sonrisas más sinceras que tengo. Ver a los ojos a un bebé es sin duda lo más cerca que uno puede estar de ver a Dios de frente a frente. Esa inocencia pura; esas sonrisas de pocos dientes; ese afán de llegar a todos lados gateando, practicando para correr unos meses despues... Verlas me hace saltar de alegría por dentro, y me recuerda por qué tengo impreso a fuego en mi corazón el deseo de ser papá. Estoy enamorado de esas bebas, porque son una muestra gratis del Amor que va a inundarme el día que yo tenga uno (o más) de esos bichos. Por otra parte, verlas también me trae el recuerdo de algo que me da fuerza.

Una de las cosas más personales que tengo es el hecho de que no tengo solo 3 hermanos... A decir verdad, tengo 2 hermanos mas. Pero no tuvieron la oportunidad de estar 8 meses en mi mamá. No tuvieron la oportunidad de ver un amanecer con sus ojos, ni las olas del mar, ni sentir la brisa del viento en la cara. No tuvieron la oportunidad de jugar a la pelota, o de tomarse unas cervezas con un amigo de fierro en una noche tranquila. No tuvieron la oportunidad de mirar al cielo y reír solo, como un loco, por lo maravilloso de la vida. Uno hoy en día tendría 27 años, y el otro, exactamente mi edad. Y no hay ni un solo día en que no piense en ellos.

¿Por qué vale la pena la caída, entonces? Por ellos. Porque yo tengo la oportunidad de vivir lo que ellos no pudieron. Porque hay veces que los puedo sentir a mi lado. Y porque estoy seguro de que ellos quieren mi felicidad. Quizás esto parezca triste, pero por el contrario me da la confianza de que NUNCA hay que bajar los brazos, por 3 razones fundamentales.

La 1º, es porque con los brazos abiertos es más probable que llegues a poner las manos para que la caída no duela tanto.

La 2º, es que esa caída libre te da justamente libertad, para volver a levantarte, para aprender, y para volar por unos segundos.

La 3º, y muchísimo más importante, es el hecho de que nunca sabés cuando alguien puede necesitar tu mano para levantarse.