Durante las últimas semanas me vienen acechando recuerdos bastante
nítidos. Algunos son hermosos; otros, no tanto. Incluso los hermosos,
aunque saben sacarme sonrisas, pueden terminar en un fruncir de cejas,
porque esta extraña añoranza que me arrebata constantemente va
acompañada de una seguridad de que las cosas podrían ser muy diferentes
si, en ciertas situaciones, hubiese hecho las cosas de otra manera. No
estoy seguro de arrepentirme, porque considero que, dentro de todo,
resolví muy bien. El tema es que creo que hice lo que debía, pensando
que era lo mejor para todos y ahora me pregunto cada vez más si
realmente fue así, o simplemente fue lo mejor para otros y no me tuve en
cuenta a mí mismo. Siguen sin gustarme los condicionales, pero debo
reconocer que me los estoy planteando bastante.
Así es,
debería estar cursando en la facultad. Lo interesante es que no lo
estoy. No me faltó la intención. Preparé la mochila, agarré la bici y
salí en camino, pero llegando a Luro, sintiendo las gotas de una suave
lluvia en la cara, me di cuenta que realmente no tenía las menores ganas
de ir. No fue totalmente infundado; me duele la cabeza, estoy cansado y
no quiero mojarme para después enfermarme. De cualquier forma, lo que
hace de esta situación algo interesante es que estaba en camino y
convenciéndome de seguir, pero volví. Me arrepentí, di media vuelta y,
bueno, estoy en casa escribiendo un poco.
Es cierto, hace
bastante que no escribo y uno esperaría que lo próximo fuese un poquito
más que simplemente interesante. Es lo que hay. Y sin embargo, al menos
por hoy, me alcanza. El tema es el siguiente. Toda mi vida vengo
intentando hacer siempre lo que debo, incluso cuando no quiero. Cuando
se presentan las faltas de ganas me convenzo de seguir adelante y si
bien me ha sido de suma ayuda en incontables ocasiones, puede ser que
haya cosas que simplemente no sean tan trascendentales, situaciones en
las que por seguir un impulso mi personalidad y mis convicciones no se
van a ver afectadas.
Quizás se trate de un aprendizaje
más. Si no me gustan los condicionales, ¿por qué debería permitirles
existir? A lo mejor, tan solo bajo ciertas circunstancias, tengo que
permitirme hacer lo que me da la gana y ponerme a mi primero, para
variar. A lo sumo puede ser que más adelante me arrepienta de no haber
ido a la clase teórica que se está dando ahora mismo (aunque lo dudo, ya
que tengo un módulo que dice exactamente lo mismo y puedo leerlo en
casa) y se me complique un poco a la hora de estudiar. Como sea, será
algo que enfrentaré en su momento. Lo cierto es que, en este mismo
instante, no estoy demasiado preocupado porque, incluso si no me dura
más de unas horas, hice algo que no suelo hacer, atendí a mis faltas de
ganas y me siento bien. Curioso, ¿verdad?
Ya lo sé. La
mayoría de mis recuerdos son mucho más complejos que el no tener ganas
de ir a la facultad por un día y no puedo simplemente dar la vuelta y
volver para hacer las cosas diferentes, pero sí puedo, de ahora en
adelante, olvidarme de vez en cuando de lo que otros quizás esperen de
mi, ser un poco más espontáneo, probablemente divertirme más y, en el
camino, sorprender a los demás y, lo que me resulta particularmente
atractivo, sorprenderme incluso a mí mismo. Podría pensar que perdí una
clase, pero dejo de lado esa pérdida para rescatar que, aunque fueran
solo unos minutos, pude disfrutar de andar en bici con una linda lluvia y
sonreír. Aunque fueran solo unos minutos, me sentí libre.