lunes, 16 de mayo de 2011

Primera Vez...

Abro los ojos y te tengo enfrente. Estás sonriendo, que no es nada raro en vos. Tenés ese inconfundible brillo en los ojos que muestran lo profundo de tu alma, una bondad e inocencia ya difíciles de encontrar hoy en día. Mirarte así, a los ojos, es tirarse de cabeza en la más profunda laguna con el agua más pura, y al mismo tiempo dejarse llevar por el viento, volando como sólo algunos podemos...

Quiero decirte todo lo que siento, y estoy a punto de hacerlo, cuando amagás a hablar. Cierro mi boca pensando ‘’seguro tengo una terrible cara de salame ahora mismo’’, mientras vos, adivinando mis pensamientos, soltás una risa ahogada por los nervios. No, no estoy confundido. Tus nervios y los míos son los mismos. Estamos tan cargados del calor más intenso en el medio del pecho, que las palabras simplemente no quieren salir. Pero tampoco hacen falta...

Muevo los ojos rápidamente, llevándolos hacia tu boca, que se ve más dulce que nunca. Tus labios, rojos como el más cálido fuego que baila bajo el negrísimo pero estrelladísimo cielo de una noche de primavera/verano, no dejan de llamar a los míos, que de a poco, de a muy poco, se acercan a tu oído para susurrarte que te ves hermosa. Después mi mirada vuelve a tus ojos...

Ahora te ves sorprendida. Tenías una noción de lo que yo siento por vos, pero no te imaginabas que fuera tan parecido a lo que vos sentís. Si antes no podías hablar, lo que te pasa ahora no tiene nombre. Excepto que sí, tiene ese nombre de cuatro letras que tantos temen y otros tanto disfrutan día a día. Es ese juego en el que las reglas se reinventan para cada par de tontos, que por una vez en la vida se sienten acompañados en su tontera...

Te colgás de un abrazo a mi cuello y apoyás tu cabeza entre mi hombro y mi pecho. Yo te rodeo con mis brazos y me quedo una eternidad en ese momento que, si bien no dura más de 10 segundos, podría asegurar que ahora mismo todavía continúa...

El inevitable final de esta tensión llega, y suavemente nuestros labios se presentan con una caricia, al principio, para acabar fundiéndose en un puente que reafirma por siempre esas cuatro letras. Sí, esas cuatro letras que pronunciamos más tarde sin darnos cuenta:

‘’Abrazame fuerte, nunca me sueltes...’’
‘’Mirame...te quiero...’’
‘’Ojalá te hubiera conocido antes...’’
‘’Rrr...rrrr...


‘’Rrring...ring...ring’’... suena el despertador, y yo me levanto sonriendo...

Esta noche... vuelvo a besarte por primera vez...