lunes, 23 de mayo de 2011

Por Amor

¿Quiénes decidieron tu suerte?
Los que siempre te esperaron.
¿Quiénes quisieron tu muerte?
Los que entonces te envidiaron.

Tu admirable locura
de ser siempre amable
te llevó a la tarde oscura
en que sufriste lo innombrable.

Una noche sin dormir,
de rodillas y llorando,
habrías de sufrir
antes de aquel espanto.

Tus piernas temblaban
y tus ojos brillaban,
mientras muchos se burlaban
del gran peso que llevabas.

Incontables marcas
adornaban tu cuerpo.
Incontables gotas rojas
derramaste en ese tiempo.

Con los brazos bien abiertos
hoy nos dejas boquiabiertos
y tu abrazo gigantesco
se siente cada momento.

Si tan sólo todo el mundo
comprendiera tu valor,
permaneceríamos mudos,
moriríamos de amor.

Fuiste maestro y servidor.
Eres ejemplo de vida.
Fuiste hombre y redentor.
Eres mi fuerza cada día.

A pesar de las heridas
no abandonaste tu fe.
A pesar de las caídas
siempre volviste de pie.

Ya pasaron 2 milenios
desde que te hiciste bebé.
Tu misión duró 3 años
y tu vida, 33.