jueves, 5 de mayo de 2011

Dos amores y un destino. Por Jazmín Suárez




Kiev; 24 de julio de 1994
Al enterarnos de la noticia Cecilia y yo nos abrazamos para contenernos uno a otro. Haber esperado ocho meses para recibir esa noticia había sido en vano. Acostada en la camilla del hospital y con un camisón blanco, se acariciaba la panza mientras miraba por la ventana. Los médicos nos habían dicho que Cecilia no podía tener hijos, y en caso de tenerlos, habría riesgo de que pudiera nacer con algún tipo de problema.
-Pronto vamos a superar esto -dije a Cecilia. Ella dirigió su mirada hacia mí y dijo:
-¿Cómo haremos para formar la familia que estábamos planeando? ¿Como seguirá nuestra vida ahora?- Sus ojos se empaparon, bajó la cabeza y dijo que uno de sus sueños se había echado a perder.
Hacía 5 años estábamos de novios con Cecilia y nunca la había visto tan triste como en esa semana. Al regresar a casa, lo único que hacía era llorar, no quería comer ni beber nada, ella solo lloraba. Pasaba a mayor parte del día acostada y solo salía si yo se lo pedía.
Un día llegué de trabajar y la encontré con una soga; esas que se le hacen un nudo de ahorque, no quise pensar que hacía con ello, entonces la obligué a cambiarse y a que subiese al auto de inmediato. Ella se rehusaba a hacerlo, pero estaba seguro que al llegar a ese lugar se pondría muy contenta. Al llegar a la calle Bouchez 10.750 nos detuvimos. Nuestro de lugar de parada había sido un orfanato de niños. El lugar era una casona antigua y estaba en manos de la Sra. Roller -yo conocía la casa porque era muy amigo de su difunto hijo-.
Sentado en el auto, iba a preguntarle a Cecilia qué pensaba de la decisión, pero al momento de hablar ella puso su dedo en mi boca y me interrumpió, entonces preferí no decir nada y callar. Entramos juntos a la gran casa y la Sra. Roller nos enseñó los cuartos donde se encontraban los bebés, a la derecha de la habitación estaban los niños y a la izquierda las niñas. Caminé por al lado de las cunas y al llegar a la cuarta me detuve y dije “Juno”; ese seria el nombre de la hija -que en romano significaba familia-. Cecilia y yo estábamos contentos con la adopción de la beba, porque estábamos seguros de que esa pequeña niña rubia nos llenaría de alegría. Los trámites de adopción salieron estupendos y pudimos quedarnos con ella.
Los años iban pasando y Juno se volvía cada vez más grande y hermosa. Los primeros trece años habían sido maravillosos, pero las cosas ya venían demasiado bien…
La mañana del 3 de agosto de 2005, Cecilia tuvo una convulsión, que desgraciadamente le provocó la muerte. Ese había sido un golpe demasiado duro para nosotros, a partir de ahí, estaríamos solos, por eso prometí más que nada en el mundo cuidar de Juno. Esa promesa no se hizo difícil al principio, pero con el correr de los años se me fue dificultando su cuidado.
Un día- fines de septiembre de 2010- la vi besándose con un chico a una cuadra de casa. No se porqué razón me enojé tanto con ella. Ese mismo día esperé a que llegara a casa, me senté en el sillón y cuando ella entró le dije que nunca más quería verla con ese chico, porque no era adecuado para ella.
-¡No me interesa lo que digas, tú no decides quien es adecuado para mi! -gritó Juno mientras subía las escaleras.
-Tal vez no lo sepa quién es adecuado para tí… pero algo que sí sé, es que tu nunca estarás con ese chico, no es buena influencia para tí-.
-Te odio- contestó.
Fue a su habitación y dio un portazo a la puerta, yo regresé al sillón para seguir mirando la TV. Sin darme cuenta me dormí en el sillón y al despertarme lo primero que hice fue subir a la habitación de Juno para ver si estaba. Abrí la puerta suavemente para no hacer ruido, miré hacia la cama que estaba del lado de la pared y la vi tapada con sus frazadas. Me acerqué y me senté en el borde de la cama para disculparme por lo sucedido pero sentí algo raro al hacerlo, agarré las sabanas de las punta y destapé la cama. Juno no estaba, y si no estaba allí ¿Dónde estaba?, me fijé en todos los lugares de la casa, patio, comedor, sala, baños… pero no aparecía. Me desesperé tanto que salí a buscarla y al cerrar la puerta sonó el teléfono y del contestador se escuchó:
-Lamentamos informarle Juno Schafer se ha encontrada en la ruta 25 y su cuerpo ya no esta con vida, el accidente fue provocado por otro auto que impactó contra ellos. Suponemos que ella viajaba con su novio. Por favor comuníquese con nosotros-. Entre con los ojos abierto como dos grandes platos, subí a mi habitación casi ciego, y al tomar un arma que tenía guardada, me la coloqué sobre la cien y disparé el gatillo.

Fin.