lunes, 7 de noviembre de 2011

¡Sorpresa!

El otro día, perdido en mi mundo mientras se suponía que tenía que estar estudiando (suelo tener problemas de concentración de a ratos), pensaba en esas pequeñas cosas que desembocan en un cambio radical de alguna idea que quizás teníamos ''formada''. Por ejemplo: después de tanto y tanto escuchar que vivimos en un país de mierda, en el que la gente siempre se tira a chanta, busca sólo el bien propio y es desagradecida hasta con su madre, uno a veces empieza a creer partes de esa horrible mentira. Esto es, generalmente, cuando tenemos una mala pasada. Sin embargo, y de la nada, la persona que jamás habríamos imaginado que tenía esa influencia sobre nosotros, puede cambiar nuestro día. A veces es sólo una sonrisa, o una palabra de consuelo o aliento. Otras veces te dejan tonto al darte un regalo. Quizás puede ser tan sólo que caigas en cuenta que tu vieja es una grande por hacerte la comida todos los días, y se lo agradezcas. ¡Y listo! Rompiste el esquema; le demostraste a todo el mundo que está equivocado; demostraste que si alguien se juega por vos, no es en vano.

Y vos pensás: ''¿De donde sale este flaco con estas ideas?''. A veces, ni yo lo sé. Pero simplemente me asombra la capacidad de asombro que tiene el ser humano. Es decir, hoy iba sentado en el colectivo y un hombre al lado mío estornudó. Le dije ''Salud'', como solemos decir cuando alguien estornuda, y me miró con una extrañeza que no veía desde hace rato. Aunque, y es muy importante decirlo, esa mirada extraña no dejaba de ser cálida. ¡Claro! El tipo va tranquilo en el colectivo y al lado tiene un pendejo escuchando música con sus auriculares. Jamás esperaría que ese mismo pendejo tuviera un pequeñísimo gesto con él. Y he aquí que este hombre cambio mi día (no que viniese mal, pero fue esa vueltita de tuerca), porque yo no esperaba que él, que no esperaba que yo tuviera esa influencia sobre él, tuviera esa influencia sobre mí. Así que como seres humanos nos relacionamos muy íntimamente el uno con el otro, sin siquiera conocernos realmente. ¡Qué loco! ¡Qué lindo! ¡Qué asombroso!

Es curioso cómo a veces nos olvidamos de cuidar nuestros lazos. Pensamos que no hace falta decirle algo lindo a alguien especial, porque lo que sentimos es sabido por esa persona. O por ahí hace mucho que no vemos a alguien y lo/la extrañamos, pero no lo admitimos fuera de nuestros pensamientos. Tantas veces tenemos la idea de que si alguien pudiera escuchar todo lo que pensamos se horrorizaría, pero yo creo que, al contrario, podría morir de dulzura. De a ratos, parece, nos cuesta darnos cuenta de cuánto valemos. Metemos la pata por naturaleza, pero también por naturaleza somos buenos. A lo mejor, las personas que no parecen serlo, son así como resultado de no haber tenido quien se los recordase.

Así es que éste es mi (no pedido pero dado con gusto) consejo. No vivas cada día como si fuera el último, sino por el contrario, vivilo con la certeza de que hay más, y lo que hagas hoy por alguien, o por vos, puede tener muy buenos resultados el día de mañana. Nunca pierdas esa capacidad de asombro que puede convertir un día no muy lindo en uno memorable. Nunca ratonees una sonrisa, o una mirada dulce, porque suelen decir más que las palabras. No dejes, sin embargo, de decirle a tus seres queridos cuánto significan para vos. Nunca, pero nunca, olvides que sos muy importante. Porque, ¡sorpresa! Alguien te quiere.