lunes, 14 de noviembre de 2011

Dulce Despertar

Tuve un dulce sueño. Soñé con un mundo fantástico. En él no había días húmedos, ni de calor ni de frío excesivos. Tampoco había gente maleducada. No había corrupción ni maldad en las personas. El dolor y el llanto ya no existían. Pasaba un rato con amigos todos los días, y nunca pasaba mucho tiempo sin ver a alguno en particular. Yo siempre tenía razón. Estudiar me resultaba fácil, y podía aprender a cantar y a tocar cualquier instrumento sin esfuerzo. No vivía con constante dolor de cabeza, y podía tener a todas las chicas que quisiera. Además, todas las personas me querían. Era un dulce sueño, pero no era más que eso.

Al despertar, la realidad me sacudió. Me encontré con un mundo en el que un día de calor, o uno de frío excesivo, nos ayuda a apreciar un poco más el invierno o el verano, respectivamente. Cada mañana es hermosa, haya o no nubes, y sobre todo en la Feliz. Un mundo en el que aprendemos los unos de los otros al ver en el de al lado el reflejo de cosas que nos gustan y también algunas que no nos gustan tanto. Este mundo nos enseña a los golpes lo lindo que es poder quedarse con lo bueno de las personas, y aún quererlas con todo lo malo que tengan. El dolor nos hace crecer, y el llanto nos quita pesos grandes de encima. Es un mundo en el que al no ver a seres queridos por un tiempo, empezamos a extrañarlos, para que el reencuentro sea más emotivo. Él nos demuestra que no siempre tenemos razón, algo maravilloso que significa que siempre podemos mejorar un poco más. Algo importantísimo es que nos señala que lo obtenido con esfuerzo y trabajo duro, con pasión y compromiso, siempre tiene un mejor sabor. Es un mundo en el que mi cuerpo y mi cabeza me avisan cuando me paso de vueltas, para descansar y después arrancar con más pilas. Además, descubrí que no quiero tener a todas las chicas, sino que quiero ser de una sola. Sobre todo, es un mundo que nos indica que para ser felices no hace falta que todos nos quieran, sino que alcanza con unos cuantos que nos amen con sinceridad.

Es curioso, porque de un mundo fantástico pasé a uno más aún maravilloso. De un dulce sueño, pasé a un más aún dulce despertar. O quizás tan solo yo sea el soñador.