domingo, 13 de noviembre de 2011

Estrella. Por Francisco García Lópes

Estrella era una de las ciudades olvidadas por Dios. El infierno puro se desataba en la ciudad al igual que el fuego en el Sol.
Era una de esas pocas ciudades donde el egoísmo era generoso pero donde la persona más buena podía ser la más mala.
El pueblo estaba contenido por un río, donde, en las lejanías, se puede divisar un muro sobre él.
Nadie sabe por qué está allí. Pero bien se sabe que las aguas enviadas por el demonio son las aguas hirvientes que fluyen de la Tierra desde el centro de la misma.
Los pobladores de Estrella son callados, enigmáticos y un tanto misteriosos; no hablan, no piensan, no viven. Uno mismo se siente extraño conviviendo con ellos.
El calor era insoportable en Estrella: existe una hora en el día en la cual está prohibido salir a las calles. Quien se osara al Sol, moriría en el acto, y su alma viviría vagando por el mismísimo infierno y sus deseos no abandonarían la ciudad. Algunos dicen que las ambiciones son un engaño del propio hombre, las utilizan para calmar sus mas profundos miedos.
Quién sabe las bestias que habiten los alrededores de la ciudad, quién sabe los secretos que se oculten en la sombra; la oscuridad de la noche imposibilita verlos y la única luz nocturna proviene de las estrellas, las cuales le tienen un aprecio especial a la ciudad, pues de ellas proviene el nombre, aunque el Diablo se lo haya dado.