miércoles, 9 de noviembre de 2011

La ciudad de las ciudades. Por Matías Caporella

        Era un día tranquilo como tantos otros, sentado en mi sillón favorito mirando televisión. En uno de esos momentos inoportunos, empiezo a tener sueño..., pensé: "mejor me duermo antes de que mi mujer cocine"; me dirigí hacia mi cama con gran dificultad, me senté y me puse el despertador en media hora (por lo menos para estar a gusto).
        Después de una suave y larga siesta, me sentí como un joven (mejor de lo habitual). Raramente, no escuché el reloj, ¿a quién le importa?, ni siquiera vi a mi mujer. Me dirigí preocupado hacia la puerta y vi un resplandor bellísimo, alegre, lleno  de vida....avancé unos pasos para ver qué era, pero al darme vuelta ya no estaba mi casa... en fin... 
         El suelo era suave como un colchón de plumas, todo resplandecía con un blanco profundo... la gente, en  su mayoría anciana, vestía batas blancas y con coronas brillantes en su cabeza, en pocas palabras, no sé lo que vi pero sí sentí... una paz profunda, inmensa que inundaba mi corazón, una paz que me invitaba a quedarme... "como quien encuentra un lugar en el mundo".