lunes, 16 de abril de 2012

Pista II

Llegó a su casa después de un largo día y al llegar a su cuarto se encontró con un gran desorden de, bueno, de todo.

-Que quilombo – pensó – Mañana ordeno.

Dicho y hecho, al levantarse a la mañana, después de tomarse una ducha, comenzó a acomodar lo que pudiera. En eso, revolviendo papeles, encontró unas fotos que había olvidado. En seguida se le pasaron mil imágenes por su cabeza. Eran fotos del cumpleaños de un amigo, hace ya muchos años. Se preguntó cómo andaría su amigo y decidió llamarlo. Charlaron de todo un poco, riendo a carcajadas, por momentos. La conversación duró unos 40 minutos, y luego regresó a lo suyo. Mientras seguía ordenando, comenzó a recordar cumpleaños propios, como si también hubiese encontrado fotos. Se sorprendió del paso del tiempo. Cada año que pasaba parecía haber transcurrido más rápido.

Luego de un par de horas, se dio cuenta que tenía hambre, y se decidió a cocinar algo. Al quemarse con una fuente caliente por descuido, en seguida puso la mano bajo el agua. Su mano izquierda era. Corría el agua y observó el anillo en su dedo anular. ¡Cómo la extrañaba! Cuando la vida se la había arrebatado, había pasado por uno de los peores momentos de su vida. Y cayó nuevamente en cuenta que no tenía sentido ponerse mal por la forma en que había terminado todo, sino que debía alegrarse por el tiempo compartido. Luego de comer, quiso recordarla viendo algunas fotos de su boda. Tan hermosa. Lo cautivó la imagen del día en que la había conocido. Su primera impresión había sido: ''Esta chica es muy provocativa''. Jamás hubiera imaginado que 3 años después, tras meses de una bella amistad, terminarían enamorándose el uno del otro. El solo recuerdo de un abrazo en especial siempre sabía quitarle el aliento, y el brillo de su mirada hacía que el tiempo se detuviera.

Su hermana alguna vez le había dicho, al verlo decaído por mal de amores.

-No te preocupes. No la busques. Esa persona va a llegar cuando tenga que ser así. Y sin darte cuenta un día vas a estar hasta el cuello. Simplemente vas a saberlo. Tu corazón te lo va a gritar.

Recién ahora lograba apreciar en toda su magnitud el valor de aquel consejo y le daba el crédito que merecía.

Siguió ordenando, y halló algunas cartas. Al leerlas, no podía creer algunas de las cosas que había vivido. Observaba que en muchas ocasiones repetía la frase: ''No es justo''. Seguía creyéndolo así. Sin duda hay lecciones que pueden aprenderse sin necesidad de pasar por situaciones tan extremas. Las más importantes de esas situaciones, las que más lo habían marcado, claro está, habían transcurrido en su juventud. Si hubiese tenido que enfrentarlas paulatinamente quizás no las hubiese sufrido tanto, pero tenía la impresión de observar períodos de unas semanas de relativa tranquilidad seguidos de largos meses de problemas simultáneos que no lo dejaban salir adelante. Conflictos familiares; amigos tristes o enojados; mal de amores, por supuesto; exámenes desaprobados que parecían destrozar sus sueños; el cansancio del trabajo; fundamentalmente, falta de tiempo o ánimo para poder afrontar todos los golpes juntos. Rememorando algunas situaciones particulares, sintió una gran presión en el pecho, ardor en la garganta, y alguna que otra lágrima deslizándose por su mejilla.

-No es justo – pensó una vez más - ¿Qué hice para tener que pasar por todo eso? ¿Cómo hice para superar todo eso?

Mientras revoleaba la cabeza con gestos de negación se le abrieron los ojos de golpe y quedó paralizado. Colgadas en la pared vio fotos de los bautismos de sus hijos, con amigos suyos de padrinos. Comprendió una vez más que no había sido él quien había encontrado la fortaleza para superar aquellos obstáculos, sino esos amigos, esos hermanos, que lo habían acompañado a lo largo de tantos años.

Repitió para si mismo la conversación telefónica de esa mañana y revivió en unos cuantos segundos cientos de momentos inolvidables. Risas, llantos, mates, trucos, campamentos, abrazos, besos, reuniones con motivo ''porque sí'', cenas, películas, salidas, bailes, juegos y risas de nuevo. Y regresó la mirada hacia las fotos de sus hijos. Ya eran tan grandes, y habían formado sus familias. A manera de diapositivas pasando justo frente a sus ojos vio las imágenes de sus cumpleaños, graduaciones, y matrimonios. Todo parecía cobrar sentido por ellos. Y los hijos de sus hijos...

-¡El domingo los llevo a todos a pasear!

Las horas habían pasado casi volando, y la luz del sol empezaba a desaparecer. Se acercó a la ventana y se maravilló con el color rosado-anaranjado del cielo en el ocaso, al igual que cuando era pequeño. Puso música y siguió ordenando mientras cantaba. Y al fin terminó.

Esa noche se acostó en la cama con una fantástica sensación de satisfacción, pero no solo por haber podido ordenar su cuarto en un solo día, sino por las hazañas a lo largo de tantos años. Por última vez, repasó toda su vida. Situaciones alegres, eufóricas, tristes, dolorosas, difíciles, y maravillosamente hermosas.

- ¡Que gran aventura!- dijo con una gran sonrisa, y cerró los ojos.