lunes, 5 de diciembre de 2011

Aprender a Vivir

Todo comienza en una especie de pileta algo bizarra. Cuando mi mamá se quiere dar cuenta, ya la veo con mis propios ojos en un cuarto de hospital. Por un cierto tiempo (decir corto o largo es muy relativo) me llevan para todos lados, estando yo lo más pancho, hasta que cazo algunos truquitos. En un rústico intento de andar como todo el mundo, arranco con las rodillas y las manos, de acá para allá. Más tarde me animo y me largo a caminar, para después correr donde quiera. Un buen día me doy cuenta que hay personas fuera de mi familia que también pueden quererme. De un día para el otro estoy en la escuela y un montón de cosas más. Termino la escuela y empiezo con la facu. En el medio hubo amistades, campamentos, viajes, charlas, retiros, salidas, jodas, llantos, risas, amores y etcétera. La idea es recibirme y conseguir un buen trabajo; cerrar, comenzar y continuar proyectos; formar una familia, algún día, quizás. Pasado algún tiempo más (decir corto o largo es muy relativo) voy a dejar este mundo y listo. Parece fácil, ¿no?

(Primero que nada quiero hacer la aclaración de que el escribir, entre otras cosas, me resulta como una suerte de diario, de modo que si retomo un tema ya tratado, lo siento, pero así me siento (así es, también con la cola en la silla).)

Toda mi vida traté de hacer las cosas bien. Muy probablemente haya estado siempre condicionado por la forma en la que me educó mi vieja, o los valores que me fueron enseñando mis hermanos y amigos por medio del Escultismo, en la Iglesia, o por el simple hecho de ser grandes personas. Hay una linda cantidad de ellos, y a muchos les habrá pasado lo mismo que a mi, supongo. A pesar de eso, no puedo evitar darme cuenta de que muchas personas que me parece deberían compartir algunos ideales, hacen las cosas muy diferentes a como las hago yo.

¿Qué está bien y qué está mal? Es una línea fina (aunque no tanto como algunos la dibujan), pero intento tomar decisiones y actuar acorde a lo que, creo yo, trae más felicidad a las personas que me rodean. Después de todo, ver a los que quiero felices me hace muy bien a mí. Y sin embargo, siempre hay algo que me jode. Me duele en el alma ver a un ser querido con dolor, pero por supuesto también me duele en el alma estar yo con dolor. Y me pregunto, lógicamente, como cualquiera haría: ''¡¿Qué onda?! Es decir, si le meto pata para adelante y pongo lo mejor de mí para aprender de mis errores, ¿por qué changos siempre meto la pata?'' O quizás no, ¿quién sabe? Hoy por hoy nos abomban de todos lados diciéndonos que hacer las cosas bien está mal, y que lo que nos conviene es lo fácil.

Me niego rotundamente. Estoy convencido de que hacer las cosas bien brinda más felicidad, a la larga. El camino más rápido no siempre es el mejor, nos cuenta Caperucita. Ahora bien, de a ratos me dan ganas de decir: ''Che boludo, pero...yo quiero ser feliz ahora, no a la larga. O sea, todo bien, pero yo me siento como el culo ahora, y no está bueno la verdad.'' Y aparecen los condicionales. ''Si hubiese hecho esto; si no hubiese dicho aquello; si me la jugara un poquito más; si tan solo me escucharan; si no me costara tanto; si me animara; si no fuera siempre tan sincero;si... ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!!! ''Frená un poco chabon. Te hace mal pensar tanto''. Cuántas veces habré escuchado eso. Perdón por el grito, por cierto, pero a veces hace falta.

En fin, estás pensando lo mismo que yo. Todas estas payasadas que estoy garabateando no tienen sentido alguno. Parece que me contradigo, incluso. O quizás no, y todo cobre sentido con el tiempo. Será cuestión de tiempo entonces. Tiempo para que las aguas se calmen; tiempo para madurar; tiempo para ver las cosas más claras; tiempo es lo que necesité para pasar de gatear a caminar, después de todo; tiempo es lo que me suele faltar; tiempo que a veces se puede inventar; tiempo para revisar mi corazón y evaluar mis acciones y pensamientos; tiempo, al cual etiquetar de corto o largo es muy relativo; tiempo de tomar decisiones; tiempo de jugármela, quizás no jugándomela; tiempo de ocupar la cabeza en otras cosas; tiempo de dejar de llenar mi cabeza para darle más importancia a cosas que realmente importan; tiempo de aprender, al fin y al cabo. ¡Eso es! Esa es la idea. Necesito darme tiempo de aprender a vivir...