lunes, 8 de agosto de 2011

La Escondida

Básicamente es un juego en el que una persona (la que pierde el ''Terrame'', el ''Pinocho'' o el ''Ta te ti'') tiene que contar ''lento'' un intervalo de números naturales como para darle el suficiente tiempo al resto de los jugadores de esconderse. Una vez que el que cuenta pega el famosísimo grito de ''SAAALGOOO'' todos se ponen nerviosos, e intentan esquivar su mirada para llegar a la casa y sacar ''buena''.



No había muchos juegos que superaran la emoción de acurrucarse en un rincón, o atrás de un auto o arriba de un árbol, y aguantar la respiración para no ser visto. Hacíamos lo posible por no ser encontrados, mientras un salame buscaba impaciente una oportunidad de no volver a contar solo.

Me llama la atención el entusiasmo que ponía por no ser visto, cuando hoy en día algo que pasa mucho por mi cabeza es el anhelo de ser descubierto, de ya no pasar desapercibido. De a ratos, por otra parte, me siento como el salame. Me veo buscando y buscando a una persona en particular, pero parece que es muy buena en este juego de despistar. Estoy como perdido, sin saber con toda certeza a quien ando buscando, pero convencido de que anda en algún lado.

Por allá veo un mechón de pelo, unos ojos o unas zapatillas, pero no alcanzo a reconocer a esa persona. Quizás escucho una voz a lo lejos, como un susurro, o quizás unos ruidos de pasos. Pero al darme vuelta, no hay nadie, estoy solo de nuevo. Alguna que otra vez incluso puede acercarse lo suficiente como para tocarme la espalda y seguir su camino, mientras yo estoy tan volado que no caigo en cuenta hasta muy tarde. La típica es en cierto momento arriesgarse y tirar algún nombre desde un lugar seguro, esperando una respuesta que no llega.

El hecho de tener mil cosas para hacer puede distraer, lo que no termino de saber si es malo o bueno. Pero de una u otra forma siempre vuelve a surgir esta extraña necesidad. Necesidad de una mirada tierna, unas palabras lindas o un abrazo interminable. Necesidad de una compañía en un día feo, una conversación agradable o un beso dulce. Necesidad de encontrar a esa persona que me esquiva con tanto afán, quizás esperando para darse a conocer a que me aleje un poco más de mi lugar seguro. Necesidad de terminar la búsqueda, sonreír por haber disfrutado el juego, e ir a pasar un rato a casa. Necesidad, al fin y al cabo, de encontrar a mi escondida.