lunes, 18 de julio de 2011

De Relojes y Sonrisas

Es curioso cómo funcionan los relojes. De alguna forma, el relojero se las ingenia para que quién sabe cuántas tuercas, tornillos y pequeñas piezas se ajusten perfectamente en el diseño y logren funcionar como un todo. Así, cada pieza, sin necesariamente conocer la existencia o la tarea de las demás, actuando por su propia cuenta, llega a darle algo de sentido a algo tan abstracto como el tiempo. Muchas veces me pregunto si nosotros no seremos otra cosa que engranajes en el diseño del Relojero...

Salgo de trabajar y cruzo la avenida para llegar a a la parada de colectivo. Generalmente tengo que esperar cuanto menos 5 minutos hasta que llegue el 541 o el 542, pero esta vez dio la casualidad que, apenas al llegar a la parada, veo al 542 a punto de doblar a una cuadra. Me lo tomo y como de costumbre me fijo si hay asientos por el fondo donde poder sentarme, y ya empiezo a pensar en cómo me voy a quedar dormido antes de llegar a Independencia. Pero no, porque al dar dos pasos escucho una voz que me dice: ''che, flaco''. Me doy vuelta y lo veo al Negro Cristian sentado. Me sorprende porque se suponía que estaba en Tandil, así que le pregunto, y da la casualidad de que justo se pegó una escapadita para conocer al sobrino que acaba de nacer (su primer sobrino). Con la conversación, no solo me mantengo despierto, sino que el viaje se me hace mucho más corto y no me cansa como todos los días.

Llegando a Jara el Negro se bajaba. Yo tengo la costumbre de bajarme en Jara, para pasar por la puerta de la casa de unos amigos para ver si me los cruzo, pero hoy por alguna razón me decidí a bajarme en Marconi. Al bajar y caminar unos 10 metros dio la casualidad de que me crucé a un hombre conocido al que no veía desde hace años. Si bien la charla duró unos diez segundos, fue bueno verlo. Sigo caminando y paso por al lado de un flaco que caminaba con la nena ''a upa''. Tenía cara de preocupado, e iba mirando para todos lados. Yo sigo caminando y, sin querer, escucho de casualidad: ''La puta madre, ¿dónde andará?''. ''¿Qué cosa, papi?'', pregunta la nena. ''Tu camperita, no se dónde se habrá caído''. Sigo caminando y no puedo dejar de notar que el flaco se da por vencido y pega la vuelta para seguir su rumbo. Dos cuadras más adelante, de casualidad, yo encuentro la camperita en la calle y vuelvo trotando unas 4 cuadras para alcanzársela. El flaco, super agradecido y con una sonrisa enorme, me da la mano, y yo no puedo dejar de sonreírle de vuelta.

Casualidades...casualidades...¿casualidades o causalidades? ¿Acaso todo en esta vida es simple fruto del azar? Deteniéndome un minuto a pensar al respecto, simplemente no puedo dejar de creer que, si el colectivo paso rápido, si no me cansó tanto el viaje, si me crucé con un conocido que me entretuvo un momento, todo fue para que yo escuchara al flaco en el momento justo para saber lo que andaba buscando y poder devolvérselo al encontrarlo. Simplemente no puedo creer que todo lo que hacemos, pensamos y vivimos sean hechos o acciones independientes sin conexión alguna entre ellas. Todo, TODO tiene un sentido, una razón, un por qué. ¿Cuál es? Es una pregunta cuya respuesta concreta y completa dudo mucho me sea revelada por lo pronto. Pero no hace falta, porque para Creer en el Diseño, al menos de momento, me alcanza con una sonrisa...